F. C. GARCÍA, lavanguardia.esEl Ayuntamiento admite que el oratorio cumple la normativa y negocia una nueva ubicación para dentro de dos años.
La instalación de un oratorio musulmán en los bajos de un bloque de pisos en la avenida de Sant Jordi del barrio Pi Gros de Arenys de Munt (Maresme) ha crispado los ánimos de los vecinos al ver desestimadas todas las alegaciones (excepto una), por lo que han iniciado la primera acción de protesta colgando pancartas de sus balcones, una acción que amenazan proseguirá con una manifestación. El alcalde de la población, Carles Móra, minimiza el conflicto, augura acuerdos y recuerda que la comunidad islámica cuenta con todos los permisos en regla.
El conflicto se inició hace seis meses cuando de una conversación privada entre un musulmán y un vecino del Pi Gros surgió la noticia de un oratorio en el barrio.
La primera reacción fue de indignación "por el secretismo con se actuaba" recuerdan algunos representantes vecinales. Ante la imposibilidad de impedir su instalación, ya que la comunidad islámica cuenta con todos los permisos y el Plan General de Ordenación Urbana contempla los usos religiosos en la zona, han optado por la movilización, inicialmente con pancartas en los balcones para exigir el traslado de la mezquita al polígono industrial. El alcalde asegura haberlo intentado todo, mediar en el conflicto "incluso convocando reuniones entre las partes" y buscando otros emplazamientos, pero lo único que ha obtenido es "respeto y tolerancia entre las partes enfrentadas" lo que hasta cierto punto le tranquiliza ya que en el Maresme aún se recuerda el violento conflicto del 2006 entre vecinos y musulmanes por una mezquita en Premià de Mar, donde participó el polémico líder ultra de Vic, Josep Anglada. El problema en Arenys de Munt surge ante la precariedad económica de los fieles islámicos. Los musulmanes pagan entre todos un alquiler de 500 euros por el local, mientras que los precios por una nave industrial o similar duplica la mensualidad.
Móra, que lleva personalmente todas las negociaciones, es muy crítico con el posicionamiento de las fuerzas políticas locales en la oposición, a las que acusa de pretender adquirir notoriedad en el conflicto para obtener réditos electorales. Por ello, insiste en que cualquier modificación sobre la instalación del oratorio musulmán "deberá ir acompañada del consenso y la unanimidad política". Al mismo tiempo, lamenta que "las quejas vecinales partan del desconocimiento y los perjuicios" por lo que intentará, a partir de varias actividades como conferencias y charlas que "ambas comunidades se conozcan mejor".
Cumplido el trámite de obligar a incrementar la insonorización del local, la única alegación que admitió el ayuntamiento de los opositores a la mezquita de Arenys de Munt, el centro contará con todos los permisos en regla para poder abrir como oratorio. Aún así, el alcalde mantiene abierta la posibilidad que los musulmanes se trasladen a otra zona, en el futuro Hotel d"Entitats que se construirá en una nave industrial, al lado del barrio de Sant Carlos, en el extremo sur de la población, pero mientras el proyecto no avance "podrán disponer de su local".
La parcela obtenida por la cesión de una promotora de viviendas en la parcela conocida como Can Có 1, en el barrio de Sant Carles, está ocupada por una gran nave industrial que antaño perteneció a una fábrica de toallas. Una vez que la brigada municipal haya rehabilitado su interior y estén debidamente remodelados los servicios "quedará a disposición de las 80 asociaciones locales" entre las que se cuenta la Asociación Islámica de Arenys de Munt, que podría recibir un local a cambio de abandonar el que tienen alquilado.
La mayoría de musulmanes que reclaman poder tener su propio centro de oración, hasta hace poco efectuaba sus rezos en la mezquita de Arenys de Mar, en la calle de las Escolàpies, pero tuvieron que buscar otra ubicación ya que el local, por ley, tiene un aforo que no puede superar las 60 personas. En este sentido, fuentes de esta mezquita, mantienen que sus fieles de Arenys de Munt "son musulmanes humildes que nunca han provocado conflictos y hacen un esfuerzo para pagar el alquiler de su mezquita".
Por su parte, los vecinos del barrio Pi Gros que accedieron a hablar con lavanguardia.es muestran su preocupación por la "sensación de inseguridad que generará a horas intempestivas un montón de gente en la calle" pero rechazan cualquier argumento con tintes racistas. Otros, lamentan que el barrio "dejará de ser una zona tranquila" con el trasiego de vehículos y la proliferación de fieles en la mezquita "durante los rezos en varias horas del día". Los más beligerantes insisten en que "a nadie se le ocurriría construir una iglesia en un bloque de pisos" y se preguntan por la "poca regulación de estos centros" y amenazan con manifestaciones de protesta.

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