lunes, 25 de enero de 2010

¿Dónde están los inmigrantes?

JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA 25/01/2010, elpaís.com
Fue una agradable sorpresa ver que el nuevo presentador del telediario de la noche fuera de origen marroquí; al fin y al cabo, hay casi tres cuartos de millón de ellos en España. Dice mucho del nuevo director general de Televisión Española que haya entendido que lo que es invisible no existe y que haya apostado decisivamente porque la parrilla de los telediarios refleje la diversidad de este país. También fue interesante pasear por Lavapiés y ver unas patrullas de policía tan mixtas como el propio barrio: un policía llevaba turbante e incluso había una mujer policía que llevaba un pañuelo cubriéndole la cabeza. En el barrio todo el mundo está muy contento; por fin tienen la sensación de que la policía es parte de la comunidad que tiene que proteger.
Se acabó también lo de pedir la documentación en función del color de la piel o el aspecto extranjero. El recién nombrado fiscal general del Estado (de origen dominicano) ha sido tajante al respecto: al menos el bochorno que causó su detención cuando paseaba pacíficamente por la Gran Vía una noche de sábado ha servido para poner fin a una práctica tan inaceptable.
Lo que nos lleva al Tribunal Constitucional: la llegada de una jurista de origen saharaui al máximo tribunal ha sido un paso sumamente importante y ha puesto fin a las absurdas discriminaciones en cuanto a la vestimenta que imperaban en el mundo judicial.
En el Congreso, la reciente sentencia sobre la "ley para la integración de los inmigrantes en la vida pública" ha marcado un antes y después. Reflejo de la diversidad de este país, que cuenta ya con más de cinco millones de extranjeros empadronados, aproximadamente unos 40 diputados nacieron fuera de España o son hijos de inmigrantes. El caucus andino, en concreto, que agrupa a los diputados ecuatorianos, peruanos y bolivianos de todos los partidos, ha sido muy activo.
Nuestra política exterior también se está beneficiando enormemente de las nuevas políticas de integración. Gracias a la integración en el cuerpo diplomático de jóvenes de origen subsahariano, nuestro Ministerio de Exteriores conoce a la perfección la política, lenguas, tradiciones y aspiraciones de una región en la que ha abierto recientemente un gran número de nuevas embajadas. A la vez, el nombramiento como secretario de Estado de Cooperación Internacional de un español de origen ecuatoguineano ha sido un gran paso para desterrar todas las acusaciones de neocolonialismo moral que se hacen sobre la ayuda al desarrollo y la promoción de la democracia y los derechos humanos en el exterior. Igualmente, los cinco diputados marroquíes en el Congreso no sólo están siendo esenciales a la hora de desactivar el radicalismo islámico en España sino a la hora de influir positivamente en la evolución democrática de Marruecos.
¿Y qué decir de ese chaval de origen búlgaro que ha ganado la olimpiada de matemáticas en representación de España? ¿Y del empresario de origen cubano que ha revolucionado la telefonía móvil al lograr que todas las llamadas de móvil vayan por Internet, situando a su empresa en el Ibex 35? ¿Y del chino que atiende en la oficina del Inem? Parece que la política de becas y de lucha contra el fracaso escolar de los inmigrantes está funcionando. Menos mal que en este país se entendió a tiempo que la única pregunta relevante sobre la inmigración es si los hijos de los inmigrantes irían a la Universidad.
Evidentemente, todo lo anterior es ficción, un presente que no sólo no existe, sino que, al paso que vamos, camina exactamente en dirección contraria. Así, se nos pretende hacer entrar en un supuesto debate que tiene un método original ("sin complejos"); que predefine la inmigración (en lugar de la xenofobia) como problema; que antes de comenzar ya nos anuncia la conclusión ("aquí no cabemos todos") y, sobre todo, que esconde con todo descaro las verdaderas motivaciones (electorales) de los que lo patrocinan.
Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para adivinar el resultado: en Francia, en lugar de abrir un debate sobre la integración y la discriminación de los inmigrantes, han abierto uno sobre la identidad nacional; en Suiza se convocan referendos sobre los minaretes; en Irlanda la emprenden contra los inmigrantes rumanos; y en Italia, los más exaltados queman los campamentos de los inmigrantes subsaharianos.
Hablamos mucho estos días de cómo crear una economía sostenible, pero muy poco de cómo crear una sociedad sostenible. Los inmigrantes son más de cinco millones, pero son invisibles en la vida pública. Hay países en nuestro entorno que ya han pasado por lo mismo que nosotros (incrementos importantes de la inmigración coincidentes con crisis económicas): ¿de verdad vamos a repetir los mismos errores? ¿Y si, en lugar de aislar, criminalizar y deportar tenemos visión de futuro y construimos una historia de éxito de la que estar orgullosos?

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